UTEBO | RAMÓN RUIPÉREZ

Interesantísima la ponencia que tenía lugar en el Centro Cultural Mariano Mesonada de Utebo y en la que el escultor José Miguel Abril (Alcañiz, 1974) ha departido sobre gárgolas, unas construcciones plagadas de misterio y leyendas sobre su significado pero con un origen, y una funcionalidad, común: decorar la parte sobresaliente de los caños que sirven para evacuar el agua de lluvia de los tejados y salvaguardar, de este modo, las fachadas de los edificios por cuanto las gárgolas sobresalen de ellas.

Durante su intervención, José Miguel Abril, un artista versado en este tipo de esculturas y con un amplio currículum en materia de restauraciones de gárgolas y construcción de otras (como las acometidas en las iglesias de Valderrobres o Alcañiz), ha disertado sobre estos elementos decorativos nacidos para la sustitución de otros constructivos y ha puesto el foco en el fuerte influjo que sus formas, toscas, representando figuras animales, humanas o incluso de faunos (mitad hombres, mitad bestias) y con infinidad de gestos grotescos, burlescos o con connotaciones diabólicas, ejercían sobre la población en el momento de su construcción puesto que la inmensa mayoría era analfabeta y la Iglesia, mediante este tipo de representaciones, infundía miedo, adoctrinaba y conseguía obediencia.

Así, desde las gárgolas medievales ya presentes en la catedral francesa de Laón (en 1220) y posteriormente en París en 1240, hasta las construidas en el Neogótico, Abril ha explicado sus diferencias con las quimeras (meramente decorativas, que miraban hacia abajo y cuyos principales exponentes se hallan en la catedral parisina de Notre Damme) y ha hecho un especial hincapié en destacar los principales gestos que las gárgolas presentaban, separándolas en diversas tipologías; así, gestos de sufrimiento, gritos, manos a la garganta, rostros con la lengua fuera y también posturas con claras connotaciones sexuales o escatológicas son los principales arquetipos de gárgolas que conocemos y de las que quedan ejemplos en un estado de conservación espectacular teniendo en cuenta el hecho de que muchas datan de cientos de años atrás y de que han sufrido un gran desgaste durante toda su vida debido a su función, la de evacuar agua, con la erosión para la piedra que ello implica. 

Asimismo, también ha explicado los distintos tipos de personajes que solían ser utilizados en las construcciones, desde prostitutas a personajes marginales o lisiados.

Así, alrededor de estas fantasmagóricas imágenes que infundían un gran temor a quienes las veían, se fueron creando, con el paso de los años, innumerables mitos e historias llenas de fantasía y terror que calaban en la población, y por eso siempre, a lo largo de la historia, fueron tratadas con miedo y respeto a partes iguales porque, en su origen, las gárgolas tenían como objetivo simbólico proteger los templos de los espíritus malignos y recordar, con ellas, a los herejes y enemigos de la fe que las iglesias contaban con este tipo de protección.

Con este relato fascinante, Abril ha fraguado una conferencia redonda, llena de datos, de símbolos y de historia, y que ha finalizado con una presentación de sus propios trabajos como escultor en esta materia, acercando al público asistente a su obra en la iglesia de Valderrobres y en la Torre Gótica de Alcañiz, ambos trabajos tan formidables como espectaculares. En definitiva, una charla tan fascinante como entretenida y que ha hecho las delicias del público asistente.

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