Por Juan Bolea
La nueva novela de Lorenzo Silva, “Púa” (Destino), plantea una serie de graves problemas de fondo expuestos en una forma novelesca que se lee y sigue con interés y tensión, conforme al grave cimiento que la sostiene.
Ha querido el autor profundizar en un tema que conoce muy bien, el de los límites de la acción policial en referencia a la ley y a lo que podríamos entender como la moral más ampliamente aceptada por nuestra sociedad. Ha pretendido acercarse, a través de sus personajes de ficción, pero inspirados en tipos reales, a ese límite donde la frontera entre el bien y el mal se ha diluido y no es posible determinar si una acción concreta es ética o lesiva de cualquier derecho básico de otro ser humano a quien se está agrediendo, torturando, incluso eliminando o “apartando” en el argot de los agentes especiales que protagonizan la trama.
Argumento que, bien compensado estructuralmente, se desarrollará en dos líneas paralelas: la de la formación y actuación de esos agentes secretos de la contrainteligencia dedicados a misiones confidenciales; y el compromiso personal de uno de ellos para solucionar un asunto privado que afecta a uno de sus antiguos compañeros. De esta manera mezclará hábilmente el novelista las misiones oficiales, emanadas de ánonimas alturas, y que deben cumplirse sin hacerse preguntas, con una reparación o venganza privada asumida por uno de esos agentes especiales en otro plano de estricta intimidad.
Las inquietudes morales tradicionales en la obra novelística de Silva, tantas veces manifestadas por uno de sus mejores y más conocidos personajes, Bevilacqua, prototipo del moderno guardia civil, descienden aquí otro escalón hacia la oscuridad de la naturaleza humana en mazmorras poco iluminadas por la compasión, la razón o la ley. Se saltarán de dos en dos esos escalones que descienden hacia “los sótanos donde se esconden los perros”, en frase de Nietzsche, lugares oscuros, llenos de violencia y de miedo, donde unos golpean y otros resisten, unos preguntan y otros responden o no; donde, en cualquier caso, suceden escenas que los ciudadanos corrientes no van a ver nunca, que ni siquiera han podido imaginar, pero que realmente han ocurrido.
Una novela dura, absorbente y veraz, de lo mejor de un Lorenzo Silva que nunca defrauda.