ZARAGOZA | JUAN MARI SAURAS

Durante una de las presentaciones literarias que conformaron la V Edición del Festival Negro, quien ejercía las labores de maestro de ceremonias e interlocutor del autor invitado se refirió al mérito de lograr seducir, durante dichos eventos, a la audiencia presente para que concediesen una oportunidad a la obra exhibida. Mientras escribo estas líneas, puedo afirmar sin asomo de duda que dicho objetivo se cumplió con creces durante el evento protagonista del presente texto.

¿Una obra? ‘El color del silencio’. ¿Una autora? Elia Barceló. ¿Algo más? Sí. Un público entusiasmado que disfrutó del tiempo compartido con la veterana escritora con la alegría de vivir la cultura, de sentirla, saborearla como una cucharada de miel que se desliza despacio por la garganta y deja un regusto dulce y agradable, susceptible de sentirse tiempo después. El extraordinario encanto e ingenio mostrados por quien fuera elogiada como una de las primeras espadas de la narrativa especulativa insuflaron vida a la novela que venía a presentar y convirtió el evento en un animado coloquio de múltiples colores.

Eso sí, pese a su categorización como una de las más importantes escritoras de ciencia ficción en castellano, Barceló se mostraba incómoda con el empleo de clasificaciones de género: “lo de los géneros es algo que me cansa mucho. Lo que me gustaba del S.XIX es que los autores eran eso, autores, sin más. Y lo mismo con las novelas. Una novela solo era eso. Si yo escribo una historia y esta tiene un fantasma o una nave espacial podrán ser consideradas después libros de fantasía o de ciencia ficción, pero para mí son novelas a secas”.

La búsqueda de una creatividad ajena a cualquier tipo de atadura estilística resulta notable en ‘El color del silencio’, último pelotazo editorial de la escritora con 9 tiradas hasta el momento. Con un argumento que se mueve entre diferentes épocas y lugares e integra tendencias como la novela histórica, el relato policíaco y de misterio y el thriller, el libro encuentra en sus personajes uno de sus mayores logros. Caracteres dotados de personalidades potentes y rasgos definidos con mano experta, entre los que destaca Helena Guerrero,” una de las claves del éxito de la novela” tal y como la definía Juan Bolea, quien acompañaba a Elia en calidad de presentador del evento, celebrado en la FNAC de Zaragoza.

Una mujer de temperamento fuerte y explosivo, capaz de despertar mil sensaciones encontradas en el lector. Del mismo modo que haría una persona de carne y hueso. Preguntada sobre si sentía a sus personajes como si estos estuviesen vivos, la hábil narradora respondía: “Sí. Los conozco mejor que a mis amigos o a mi familia. Muchas veces no sabes cuándo te están mintiendo, y en otras ocasiones te sorprenden con comportamientos que no esperabas de ellos. Con mis personajes lo tengo clarísimo. Sé cómo son y qué harían. Ellos están dentro de y yo estoy dentro de ellos”. Tan reales, que “yo no los creo. Ellos vienen a ”, afirmaba.

Incluso los más escépticos tuvieron que creer sus palabas cuando, como pequeña e improvisada sorpresa, Elia leyó un pasaje de la novela en la que salía a relucir la pasional y avasalladora personalidad de Helena, de tal forma que parecía que era la propia protagonista la que hablaba a través de la boca de su creadora. Por un pequeño lapso de tiempo, todos los asistentes pudieron sentir cómo la ficción y la realidad se abrazaban en el torrente de voz liberada de las páginas del libro. El silencio solo existía en el título del libro. Y tal vez, los asistentes se encontrarían de nuevo con él al abandonar la sala. Ese silencio que lo permea todo y oculta lo que no queremos descubrir ante nadie, como en el caso de los personajes de la novela. Pero esos momentos pertenecían a Elia. A ella y a todos los que bebían de sus palabras.

En referencia a su estilo formal, la escritora convertida en oradora afirmó que “lo que intento siempre es que la prosa sea presencia de lo expresado. Que no sea un mensaje o un vehículo. Que cada personaje hable como debería hablar, con su propia voz. Que los narradores no hablen con una voz que no sea la suya. Y adecuar la lengua a cada situación y a cada personaje”. Un rasgo que, según comentaba entre risas, le había conducido a más de una discusión con los correctores de sus novelas y que da muestras de los sólidos trazos que sustentan sus obras.

El poso de realismo de ‘El color del silencio’ aparece desde su misma génesis, a raíz del interés de la autora por la muerte del general Balmes poco antes del alzamiento del 18 de julio, y de la que muchos señalan al mismo Franco como responsable. A partir de ahí, Elia empezó a elucubrar sobre diferentes causas, razones e implicados hasta hallar la chispa que dio comienzo a la novela. Eso sí, pese a sus grisáceos pilares maestros, la obra de Barceló huye de juicios morales o mensajes trascendentes, tal y como revelaba con sus palabras finales: “Yo intento mostrar el mundo tal y como lo veo. Si tuviese que intentar escoger un mensaje, sería que las palabras hacen mucho daño y a la vez dan mucha felicidad. Los seres humanos pensamos con palabras, y contamos nuestra historia nuestro pasado, con ellas. No hay un pasado real. Solo el que nos contamos a nosotros mismos”.

FOTOS | FESTIVAL ARAGÓN NEGRO

 

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