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ZARAGOZA | JUAN MARI SAURAS
FOTOS: ÁLVARO SÁNCHEZ
La noche se engalana para el crimen. Las brillantes luces de los salones iluminan las oscuros rincones donde mora para mostrarlo en un elegante traje de etiqueta, radiante y sonriente. Es la estrella y lo sabe. Arrastra multitudes, genera alborozo. Atento al ánimo de sus admiradores y seguidores. La flor y nata de la sociedad se ha reunido para rendirle homenaje a él y a sus cronistas, encargados de dar cuenta de sus hazañas y aventuras. Se codea entre personajes de la política y la cultura, endulza sus conversaciones, muestra su mejor sonrisa y despliega un estilo exuberante y avasallador.
Este es su momento. Nadie puede arrebatárselo. La ciudad se despliega ante él como un tapiz de luces y sonidos en frenética armonía, y siente que basta con alargar el brazo para hacerse con ella. Solo en el escenario ante el ojo inmóvil de los focos, observado por un silencioso mar de rostros recogidos en la penumbra, se siente diva. Sus movimientos seductores hipnotizan al respetable. Cada nuevo giro, cada pirueta, cada movimiento sinuoso esconde un nuevo misterio. Los enigmas que pavimentan el devenir, excitante deseo de la mente curiosa ávida de nuevas sensaciones. En los ojos del crimen yacen mil y una historias, y esta noche vino a narrarlas.
Y la respuesta del público colmó las expectativas del cuentista de luces y sombras. Centares de personas no quisieron perderse una noche única. El bullicio que llenaba el hall del Teatro Principal de Zaragoza ahogaba las conversaciones hasta convertir el enjambre coloquios en una elegante cacofonía donde cualquier significado era y no era. El contenido no importaba, solo el destino. Gala de Honor del Festival Aragón Negro. Coronación de los aspirantes al trono y consagración de la ceremonia que marca la agenda cultural de la región. Nexo de unión de placeres prohibidos. De héroes, magia y erotismo. Que suba el telón.
No podía comenzar el acto de otra manera que con la presencia de Juan Bolea y Jana Catalán sobre el escenario. Director y creador y directora de organización, respectivamente, ambos han mantenido una excelente relación durante muchos años y su esfuerzo conjunto es el que ha conseguido imbuir de una inusitada fuerza vital al universo ilustrado de Aragón. Pero dicho proyecto no hubiese podido prosperar sin el apoyo de muchas otras personas a las que Jana Catalán agradeció su perseverancia y sostén. Un soporte que, como bien recordó, encontraba uno de sus puntales en la red de sedes del Festival, que permite que el FAN esté “en todos los rincones de Aragón”. Palabras suscritas por el Concejal de Cultura Fernando Rivarés, que se declaró, en homenaje a las declaraciones que Jana hiciera ya tiempo atrás, “fan del FAN”. El veterano literato, asiduo a las actividades culturales mucho más allá de lo que estipule institucionalmente su cargo, remarcó la importancia de la iniciativa que reunía a los presentes esa noche ante la amarga realidad de que “hay pocos proyectos que seamos capaces de lanzar de modo unánime como sociedad”. Por ello, lanzando un mensaje exuberante y lleno de vida, invitó a todos a que “leamos más, veamos más cine, escuchemos más música, hagamos más el amor y dejémonos de chorradas”. Pura vida.
Este es el objetivo del Aragón Negro, como recordó Juan Bolea al proseguir con el acontecimiento: llegar a todas partes y divulgar la cultura. Que no se quede encerrada entre cuatro paredes, sino que viva con la intensidad con la que palpitan los corazones de las personas que viajan y sueñan a través de ella. Para ello, se necesitan autores que “no se encierren en su torre de marfil. Que salgan al camino y batallen por la cultura”. Y hubiese sido posible encontrar un mejor candidato a dicho perfil que Juan Bas, ganador del Premio Dashiell Hammett por su novela El refugio de los canallas y que salió al escenario recibir su distinción de manos del Director General de Cultura del Gobierno de Aragón, Nacho Escuín.
Haciendo gala de su característico humor al teorizar sobre si la escalera que llevaba al escenario sería una metáfora de la escalera que lleva al éxito, Juan remarcó la esencia de su obra como “una reflexión shakesperiana de un tema muy shakesperiano: el odio imbuido y transmitido de generación en generación”. El espíritu firme del escritor, transmitido a través de una voz quebrada por la emoción, resonó con fuerza a través de las paredes del teatro sin necesidad de alzar el tono. Las hondas convicciones y la bondad que relucían en sus palabras constituían un altavoz lo bastante poderoso como para alcanzar a todos los presentes.
Y de la luz surgió la oscuridad… Solo para que esta se deshiciese en jirones ante el fuego de Civi-Civiac, el Ilusionista, sí con mayúsculas. Cercenando la impasibilidad del público con una ardiente demostración de habilidad, el conocido mago aprovechó su papel de avatar de la magia en el FAN para dejar boquiabiertos a los espectadores y retorcer los límites del ser humano al subirse a una escalera formada por afiladas espadas de cuyas hojas él mismo había dado cuenta antes. Una presencia que, si bien pagaba por sí misma su presencia allí, cobraba más sentido al considerar la magia como uno de los tres pilares que, como recordó Juan Bolea, sostenían esta edición del Aragón Negro.
Y junto a la magia aparecían los héroes, pero no del tipo que viste capa y lucha enmascarado. Héroes anónimos, sencillos, humildes. Como los que se encuentran en la exposición que acoge DKV, Nuestros héroes, que puede visitarse hasta el 1 de marzo en su sede en Zaragoza. Uno de sus directivos, Juan Luis Pintiel, salió a entregar el Premio a la Solidaridad, junto a Saúl Esclarín, director general de Cultura del Ayuntamiento de Zaragoza. Tal vez todos los héroes convergían en la figura sencilla de Ángel Valdivia, misionero perteneciente a la Comunidad de San Pablo Apostol que ha pasado más de 24 años en África. Honrado con el Premio a la Solidaridad, agradeció la oportunidad de “dar a conocer una realidad muy lejana”. Kilómetros y kilómetros separan, física y mentalmente, aquellos parajes de las calles que transitamos. Aun así, él se quedaba con la acción de “gente solidaria que dedica sus vidas a ayudar a los demás”. Y tras enumerar los logros que él y los suyos habían conseguido gracias a la fuerza de espíritu y constancia de unos pocos, invitó a todos “a ser solidarios, a dar más que a recibir”.
En un sorprendente cambio de registro, el heroísmo cedió el papel principal al último eje temático que articulaba el Festival: el erotismo. Encarnado en una bailarina de sensual presencia, Marta Clement, con una coreografía diseñada ad-hoc para la noche por Beatriz Sevilla, doblegó el escenario al ritmo de su danza mientras desataba un furor salvaje y apasionado que por momentos se volvía seductor, dulce o incluso íntimo.
Un magnífico preámbulo a la aparición de Marta Robles, quien recibía el premio ‘A El/La mejor de los nuestros’ por parte de Enrique Torguet, Director de Comunicación, Marketing y Relaciones Institucionales de Cervezas Ambar.
Robles, quien ha compaginado una prolífica carrera como periodista con su vocación literaria, aseguró que si bien “desde que comencé a meterme en el periodismo este se introdujo en mí y siempre seré periodista, nunca dejaré de ser escritora”. Una aseveración que será un alivio para muchos de sus fans, deseosos de leer más aventuras del detective Roures. Un personaje “que me ha devuelto las ganas de vivir literariamente”, aseguraba la autora. Un hombre con un pasado que parece perseguirle, que no juzga, solo escucha, y que indaga allí donde tenga que hacerlo sin perder de vista lo más importante: “que es adicto a la lealtad”. Rasgo que parece compartir su madre, quien seleccionó su apellido como una transformación del Carvalho (el hombre de su vida) de Vázquez Montalbán. Un nombre bajo el cual se siente bien apadrinada, pero sin olvidar la labor de Juan Bolea, al que agradeció que la llevara a “bailar” por todas partes para presentar su novela. Las palabras más emotivas, sin embargo, las guardó para su padre, a quien recordó con cariño y de quien imaginó cómo le diría lo orgulloso que se siente de ella. En su conversación imaginaria, resonaron con fuerza estas palabras finales: “no eres la mejor de nosotros, pero sí eres uno de nosotros”.
Finalizada su locución, el escenario se convirtió de nuevo en el reino de la magia de la mano de Civi-Civiac, que esta vez deslumbró al público con numerosos trucos de prestidigitación e ilusionismo antes de dar paso a la estrella del panorama: Julia Navarro. Acompañada por Óscar Valenzuela y Ana Gallego, ambos directivos de Enate, recibió el Premio de Honor del Festival Aragón Negro antes de mantener la tradicional entrevista con Juan Bolea, que indagó en la mente y la praxis de esta experimentada escritora.
Sus novelas a menudo constituyen una indagación profunda de la naturaleza humana, construida a través de una rica fusión de géneros. Ella considera que escribe historias de personajes, donde intenta viajar a la parte más recóndita del ser humano. “Pero somos hijos de nuestros tiempo, por lo que cuando sitúo la acción en otra época también realizo una exhaustiva investigación. Cuido mucho los escenarios aunque no sean novelas históricas”. Y hay un lugar que destaque por encima de todos ellos, ese es Alejandría. Ciudad mítica y literaria, como la calificó Juan, aunque Julia se encargó de cortar el vínculo de la ciudad actual con la imagen idealizada de la misma: “hay que mirarla con ojos de literatura”. Y si Alejandría no puede ser ideal, tampoco han de serlo los personajes. Navarro huye de esos héroes invictos de capa y espada, en los que es incapaz de creer: “mis héroes son absolutamente imperfectos”.
A propósito de su última novela, Tú no matarás, describe el proceso de documentación como “un viaje al pasado en el que me daba de bruces con el blanco y el negro. Por eso elegí incluir la ciudad de Alejandría. Necesito el Mediterráneo, la luz…”. Un arduo trabajo que se materializó en la que ella misma considera que es su mejor novela, en contraposición a la opinión de la mayoría de sus fans, como admite abiertamente. “Cada lectura es una experiencia única, no hay dos iguales» comenta. “Las que creo que son mis mejores novelas no coinciden con las de mis lectores.
Como últimas palabras de la entrevista, ambos escritores se encargaron de departir sobre la posibilidad de que en su crepúsculo, los grandes autores hubiesen descubierto alguna revelación vital, ante lo cual Julia Navarro mantiene una postura segura y, sobre todo humana: “Como eran hombres inteligentes y tenían sabiduría y habían viajado al alma humana, estoy segura de que se fueron sabiendo que no sabían nada”.
Pero nosotros sabemos que las letras siempre estarán en deuda con Julia Navarro, y eso es suficiente.
Y así, con la intervención de Pilar Alegría, consejera de Innovación, Investigación y Universidad del Gobierno de Aragón, finalizó el acto que sirvió para recoger los frutos de un año más de constancia, esfuerzo y género negro. Una ocasión en la que el crimen se convierte en una de las bellas artes, y permite vislumbrar a través del corazón de las personas y unirlas en una pasión común que no entiende de colores más allá del negro. Porque la cultura es capaz de destruir las barreras autoimpuestas por la ignorancia y la estupidez humanas, y tender puentes hacia el entendimiento, la comprensión y la aceptación. Que la obra de personas como Juan Bas, Marta Robles o Julia Navarro jamás sirva para distanciar a las personas, sino para permitir que se observen mutuamente y compartan su pasión.
Ese es el regalo de la cultura. Ese es el regalo del FAN.