Periodista y criminólogo, Nacho Abad (Guadalajara, 1970) es uno de los rostros conocidos de los programas matinales de la televisión española. Actualmente, aborda en Espejo Público (Antena 3) las informaciones más relevantes de la crónica de sucesos. Pero detrás de su faceta informativa, donde ha cubierto casos como el de Rocío Wanninkhof, Marta del Castillo o el de Asunta, subyace la de escritor de novela negra.
Con motivo de ello, Abad presenta este martes en Zaragoza, dentro del Festival Aragón Negro (FAN), su primera novela negra, “La verdad está equivocada”, a las 19.00 horas en la tienda de la Casa del Libro, situada en la calle de San Miguel. A través de sus páginas narra la historia de la desaparición de Guadalupe, una escritora de éxito que está embarazada de ocho meses y casada con Valentín, el hijo de un torero famoso.
PREGUNTA.- En la portada de su nuevo libro, pone en duda la presunción de inocencia por parte de la sociedad.
RESPUESTA.- Dependiendo del tipo de caso, la presunción se difumina, se borra o se evapora. Y suele ser en los casos en los que el acusado o imputado, ahora se le llama investigado, sale en los medios de comunicación, debido a que es famoso o el caso cobra relevancia. Por eso, en mi libro los protagonistas son famosos, con la intención de que la investigación policial tenga trascendencia en sus vidas.
P.- La figura jurídica de la presunción de inocencia procede del Derecho Romano, al contrario que la del jurado popular. ¿Qué opinión le merece esta última?
R.- Me horripila. Creo que las personas que han aprendido a hacer algo son las que han de llevarlo a cabo: los médicos deben operar, los periodistas deben informar y los jueces deben impartir justicia. Y tienen que hacerlo porque se han preparado por ello. La justicia no se lleva al pueblo permitiendo a unos ciudadanos ser jurado popular, sino siendo mucho más transparente, abriendo las salas de justicia, pudiendo hablar con los magistrados…
P.- De todo ello, escribe en su novela “La verdad está equivocada” pero, ¿quién se equivoca?
R.- Todos nos podemos equivocar: medios de comunicación, jurado popular, jueces… Mi paradigma es el caso de Dolores Vázquez (también conocido como Caso Waninkhof) en el que se confundieron los medios de comunicación, el jurado popular, la justicia…. Lo importante, llevado a la novela, es hacer que el lector vaya viendo las pistas que se van atesorando durante la investigación y que luego presenta la justicia. Esas pistas tienen, además, una doble interpretación: la del fiscal y la de la abogada defensora del acusado. Al final, tiene que considerar si con esas pruebas se puede condenar o no, independientemente de la sentencia con la que termina el libro.
P.- En las 624 páginas, usted habla de la desaparición, y posterior investigación, de Guadalupe, una escritora de éxito casada con Valentín, empresario e hijo de un torero famoso. ¿Algún motivo concreto para elegir a esos personajes, aparte de su fama?
R.- No. Como ya he dicho, les otorgue una característica que era la fama, porque pretendía que con la desaparición de Guadalupe, por el hecho de que ambos son famosos, los medios de comunicación se volcasen. Además, he intentado reflejar cómo en estos casos la policía soporta un mayor nivel de presión y la justicia se ve influida por la opinión pública.
En la vida real, sólo tenemos que fijarnos en Ylenia Carrisi, la hija de los cantantes italianos Albano Carrisi y Romina Power, que lleva años desaparecida. De vez en cuando va generando titulares, aunque al principio se publicaron muchísimas informaciones al respecto.
P.- Un juez alcohólico, unos somníferos y un pasaporte falso completan el relato de la trama donde cualquier parecido con la realidad no es mera coincidencia.
R.- Nada es coincidencia. De hecho, la novela tiene algo muy interesante, y es que lo que se cuenta podría suceder mañana si se conjugan todos los factores, aunque es difícil. Hay muchos elementos reales en la novela de los que la gente puede pensar. De todas formas, se trata de que el lector vaya descubriendo si identifica al juez, si reconoce más detalles del caso…
P.- En el campo del periodismo de investigación, arrancó con el Caso Waninkhoff. ¿Alguno que le haya dejado marcado?
R.- Hay casos a los que, obviamente, les he dedicado más tiempo que a otros, pero en realidad te marcan todos, ya que cuando vas conociendo a familiares de víctimas e investigadores, te van dejando un poso.
P.- ¿Y cómo se conjugan la faceta humana y la profesional durante el ejercicio de su trabajo?
R.- Primero, hay que ser persona y después periodista, y esto también se aplica a la hora de publicar informaciones. En cuanto a la afección, el dolor surge cuando se cometen ciertas salvajadas, pero con el hábito del trabajo, y esto pasa en todas las profesiones, se va haciendo “callo”.
P.- ¿Qué tiene la información de sucesos para conseguir tanta audiencia?
R.- Habría que hacer un estudio empírico, al igual que para conocer el seguimiento del fútbol o de la novela negra. Yo creo que la información de sucesos es un reflejo de la sociedad, aunque los crímenes y los homicidios más difíciles son una excepción, y por eso llaman la atención.
Además, la gente quiere saber qué mueve a una persona a arrebatar la vida a otra: conocer el porqué, el móvil del crimen. En el libro he intentado plasmarlo, y yo creo que he conseguido plantear desde un punto de vista psicológico cómo se mueven las tuercas en la mente del que comete el crimen hasta llegar al final.
P.- De no ser periodista, y escritor, ¿hubiera sido comisario o juez?
R.- No digo que no me hubiese gustado en alguna ocasión investigar crímenes. En cuanto a lo de juez, no me agradaría tomar decisiones respecto a la libertad de otras personas acusadas de cualquier delito. Por suerte, he podido hacer lo que me gusta en esta vida, aunque como alternativa me gustaría ser millonario.
P.- Pero se lanzó a la escritura. ¿Cuáles son sus referentes en la novela negra y policiaca?
R.- Tengo miles. De pequeño, me recuerdo leyendo “Estudio en escarlata” de Arthur Conan Doyle y a Agatha Christie. Además, han pasado por mis manos muchos libros que me apasionan como “El poder del perro” de Don Winslow, otros de Henning Mannkel, y también de autores españoles como Domingo Villar, que escribió “La playa de los ahogados”. Pero he leído tantos que debo reconocer que ya no recuerdo muchos títulos ni autores.
P.- Hablaba antes del auge de la novela negra. Prueba de ello es la tercera edición del Festival Aragón Negro que se celebra durante estos días en la Comunidad. ¿Qué le parece?
R.- Fantástico. Congrega a mucha gente y permite trasladar la cultura en una época en la que la televisión y los móviles inteligentes nos van robando muchísimo tiempo. Hay que potenciar la lectura, la inteligencia y la reflexión. A veces, el género negro sólo se hace para entretener buscando la resolución del caso, pero yo buscaba, además, hacer crítica social y reflexión. Además, este es el primer festival al que asisto tras la publicación del libro, lo que me hace mucha ilusión.
P.- Por otra parte, ¿qué supone para usted compartir un rato con sus lectores?
R.- Todo un reto. Yo espero encontrarme a gente que ya lo ha leído y saber qué es lo que piensa. Muchos ya me han hecho alguna crítica en la medida de lo posible, ya que la novela está funcionando muy bien. Pero siempre hay lectores que te preguntan por qué se ha elegido a unos personajes y no a otros, y si se van a resolver los flecos que han quedado sueltos.
P.- Ya trabaja en una segunda parte “Probatio diabólica”, aunque está, de momento, bajo secreto de sumario.
R.- ¡Nadie hasta el momento lo había definido tan bien! La verdad es que está bajo mi custodia y, por tanto, no va a haber ninguna filtración.
P.- Basándose en su trayectoria y su experiencia profesional, ¿existe el crimen perfecto?
R.- Sí. Mucha gente dice que no hay crimen perfecto, sino investigaciones incorrectas. De hecho, yo creo que hay muchos crímenes que se han cometido y de los que no tenemos ni siquiera idea.