TERESA VIEJO

Escribir escuece y calma, cura unas heridas y airea otras… pero lo mejor de la escritura es su poder altamente transformador. Así lo compartí ayer en Tauste con un grupo de mujeres, borrando esa distancia que separa a veces al escritor y sus lectores. Digo bien, mujeres porque salvo un valiente el resto fueron curiosas miradas femeninas planeando sobre unas historias que suelen destilar un aire cinematográfico.
Lo confieso: cualquiera de mis novelas arranca con una imagen.

Una ruinas, una vieja fotografía, una casa abandonada, un teléfono, una carta sin abrir, una película de cine antiguo… son mimbres de realidad con los que confecciono una ficción que bebe siempre del misterio, el enigma y la intriga. Negro sobre negro, como el Festival Aragón Negro.

He participado en varias ediciones de este Festival “itinerante” y me sigue sorprendiendo la calidez con la que nos reciben a los autores en cada municipio, demostrando que escribir no es encerrarse sino compartir y que en el trueque quienes de verdad salimos ganando somos quienes recibimos cariño, atención, respeto y admiración de los/as lectores/as de Aragón. Para llenar de sobra las alforjas hasta el siguiente retorno.

FOTOS: FESTIVAL ARAGÓN NEGRO

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